martes, 21 de agosto de 2012


En el pensamiento budista, cada ser viviente participa de la naturaleza buda, es decir, es en su esencia original un Buda (un ser iluminado). Despertar a esta realidad y vivirla plenamente es el contenido del camino espiritual budista.

“Maestro”, preguntó el discípulo, “¿hay algo que yo puedo hacer para conseguir la iluminación?” El maestro lo miró con ojos comprensivos: “Sí, haz lo menos posible para que amanezca el sol por la mañana”. El discípulo, confundido, volvió a preguntar: “Pero Maestro, entonces ¿de qué sirven todos los ejercicios espirituales que me prescribes?” Respondió el maestro: “Para asegurar que no estés dormido cuando salga el sol”.

El maestro sabe que el discípulo lleva dentro de sí el don de la vida plena, la chispa divina, lo que falta es abrir los ojos y descubrirlo, ser iluminado. Lo que se requiere es un espíritu atento y alerta más que de un enorme esfuerzo personal de búsqueda. La iluminación no se conquista; es un do
n gratuito para los que viven despiertos.

Este enfoque en la gratuidad de la presencia divina en el ser humano es fundamental en la espiritualidad. Incluso, uno puede buscar a Dios con tanto fervor que se olvida de la gratitud y pierde lo fundamental: “El que busque a Dios por un camino especial encontrará el camino, pero perderá a Dios que se encuentra escondido en él”.

Como la vida misma, el camino espiritual es una paradoja: hay que dejar de buscar a Dios para poderlo encontrar. O dicho de una forma más acertada: hay que dejar de buscar a Dios y dejarse buscar por Dios.



De: Angeles Rodeiro

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