viernes, 20 de enero de 2012


 Hay alguien especial para cada uno de nosotros. Que viajan a través de los mares, del tiempo y de las inmensidades celestiales para encontrarse de nuevo con nosotros, proceden del otro lado del cielo. Su aspecto es diferente, pero nuestro corazón los reconoce. Es posible que nuestra mente diga: Yo no te conozco. Pero el corazón si le conoce. El o ella nos cogen de la mano y el recuerdo de ese contacto trasciende el tiempo. Nos miran a los ojos y vemos a un alma gemela a través de los siglos. El corazón nos da un vuelco. Se nos pone la piel de gallina. En ese momento todo lo demás pierde importancia. Intuimos las posibilidades, el futuro. En cambio, él o ella no lo ve. Sus temores, su intelecto y sus problemas forman un velo que cubre los ojos de su corazón y no nos permite que se lo retiremos. Sufrimos y lamentamos mientras el individuo en cuestión sigue su camino. La pasión que surge del mutuo reconocimiento supera la intensidad de cualquier ♥Erupción volcánica y se libera una tremenda energía. Podemos reconocer a nuestra alma gemela de inmediato, nos invade un sentimiento de familiaridad, sentimos que ya conocemos profundamente a esta persona, de una forma intuitiva sabemos que decir y cuál será su reacción. Sentimos seguridad, confianza. No todo el mundo está preparado para percatarse al instante, hay que esperar el momento adecuado y la persona que se da cuenta primero debe ser paciente. Gracias a una mirada, un sueño, un recuerdo o un sentimiento podemos llegar a reconocer a un alma gemela. Sus manos nos rozan o sus labios nos besan y nuestra alma recobra vida súbitamente. El contacto nos despierta tal vez, sea el de un hijo, hermano, pariente o amigo íntimo. O puede tratarse de nuestro ser amado que a través de los siglos llega a nosotros y nos besa denuevo para recordarnos que permaneceremos siempre juntos hasta la eternidad ♥ Amor Amor ♥
Yerka Miranda.

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