jueves, 26 de enero de 2012



Alrededor de sus hijos, los padres han de crear una atmósfera de paz, de armonía, incluso durante el sueño, porque el niño es receptivo a todas las corrientes que circulan a su alrededor. Así es cómo más tarde estará bien protegido, capaz de enfrentarse a las contrariedades y crueldades de la vida.  Cuando un niño nace, sus padres deben decirse, en un principio, que este niño no les pertenece, que es un hijo, una hija de Dios a quien solamente le han dado un cuerpo; es decir una casa. Y que todos los que están cerca, se comporten también con atención y respeto con el fin de protegerlo. Que eviten, sobre todo, abusar de su confianza, de darle malos ejemplos y consejos perniciosos. Lo que ve un niño, lo que oye, lo que vive, se imprime en él para siempre. Es por este motivo que jamás me cansaré de repetir: la responsabilidad de los padres y de los adultos con respecto a los niños es inmensa. Deben temblar sólo con el pensamiento de que puedan ser culpables de palabras o actos malvados que les marcarán definitivamente.

Omraam Mikhaël Aïvanhov.

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