domingo, 8 de enero de 2012


Lección 1: Definiciones y origen

Los Egrégores


Todos los pensamientos y emociones que emitimos, no pueden perderse en el espacio, van a parar a unos depósitos comunes para todo el mundo, llamados Egrégores. Existen dos grandes tipos de Egrégores: el blanco y el negro. El primero reúne todos los pensamientos de amor, altruismo, bondad, humildad, solidaridad, así como todos los rezos de los devotos, y el segundo recoge toda la negatividad. Cada vez que un ser humano emite un pensamiento de odio, rencor, codicia, envidia, etc. y no lo materializa transformándolo en un acto concreto, ese propósito negro emitido es volcado en el Egregor negativo. Cuando transformamos en actos nuestras intenciones, éstas mueren en la tierra, su esencia se diluye al ser cristalizada. Por ejemplo, si siento el deseo de matar a una persona y lo realizo, este deseo no irá a perjudicar a nadie que no sea a mí misma o a mi víctima, con la cual estableceré una relación kármica que ya purgaré en su momento, pero no involucro a nadie más en el asunto ya que mi deseo no irá a parar al Egregor negro. Este Egregor, verdadero banco de energía negativa, es el que surte de «carburante» a todos los magos negros, delincuentes, asesinos, violentos y gentes de mal del planeta. Cuando una persona está a punto de cometer un acto delictivo cualquier, asesinato, por ejemplo, debe succionar una cantidad determinada de carburante de ese Egregor negro, que le aportará la fuerza necesaria para llevar a cabo su fechoría.
Naturalmente, estos procesos son en la gran mayoría de casos absolutamente inconscientes, salvo en algunos casos como el de los magos negros que juegan voluntaria y conscientemente con estas fuerzas. Lo mismo ocurre con el Egregor positivo, del que se nutren los magos blancos, los curanderos y todas aquellas personas que trabajan para el bien común. De todo ello se deriva que todos somos en menor o mayor medida responsables de todo lo que sucede en el planeta, tanto lo negativo: crímenes y fechorías; como lo positivo: los actos de amor. Cada vez que insultamos al conductor que nos adelanta indebidamente, cada vez que envidiamos a nuestro vecino porque posee un coche más potente que el nuestro, que criticamos a la suegra (aunque se lo merezca), que discutimos por un «quítame de ahí esas pajas» con nuestra pareja, que maldecimos a los delincuentes tras oír el noticiero, a los criminales o malhechores al visualizar una película, estamos inyectando, sin darnos la menor cuenta, energía negativa al Egregor negro y por tanto estamos armando el brazo de algún delincuente. Y luego, en el colmo del cinismo, cuando abrimos el periódico y leemos las atrocidades que se van cometiendo a diestro y siniestro, nos escandalizamos con grandes aspavientos y pensamos que el mundo está totalmente desquiciado, pero nunca se nos ocurre asumir la parte de culpa (conciente o inconsciente) que tenemos en todo ello.
Así, de la misma forma qEgrégorue el carburante que surte los depósitos de las gasolineras no viene sólo, por arte de magia, sino transportado por unos camiones, la energía de la que hablamos, ya sea positiva o negativa, también necesita de unos vehículos y de unos operarios para alcanzar su fin -bueno o malo- y estos operarios son los ángeles.
Todo ello significa que si en un momento dado sentimos rabia o rencor por una persona, es preferible cristalizar estas emociones, materializarlas verbalmente a través de una discusión, o bien, aunque sea pegando puñetazos a una mesa o a la pared. Naturalmente, lo ideal es racionalizar esa emoción, comprender la raíz de nuestro estado de ánimo y superarlo. Pero si no sabemos hacerlo, siempre es mejor quemar la rabia través de un partido de squash o dándole a un punching ball. De esta forma, no perjudicaremos a nadie con nuestras emociones negativas. En cambio, si las sentimos y las reprimimos, si no les damos una salida concreta, el hecho de dejar que se incorporen al Egregor negro equivale a encargar a otro que haga el trabajo sucio que somos incapaces de llevar a cabo. Es lo que hacen los mafiosos, y no pocos grandes capos de la economía o la política: cuando no quieren mancharse las manos con una tarea sucia, pagan a otra persona para que ejecute el encargo. Estos métodos, a cualquier persona normal le parecen del todo reprobables y criticables, los califica de fechoría o de atrocidad, sin caer en la cuenta de que ella, desde el sillón de su salón, puede estar haciendo exactamente lo mismo.
El Egregor negro, que también recibe el nombre de "Esfera Qlifótica" podría ser, según afirmó un día Kabaleb, el equivalente a nivel sutil de lo que la física cuántica denomina "los agujeros negros". En efecto sabemos, gracias a la filosofía oculta, que cualquier fenómeno físico tiene su equivalente en los mundos sutiles. Un agujero negro sería, según los físicos, el resultado del derrumbamiento de la materia de una estrella de gran tamaño, debido a que la estrella ha agotado todo su carburante. Esto la llevaría a condensarse hasta un extremo en que la luz quedaría aprisionada en ella sin poder salir.
Para dar una imagen más fácil de entender, la tierra se convertiría en un agujero negro si su radio de 6.400 Kms. fuera comprimido por una potente máquina hasta medir tan sólo un centímetro. Añadamos que esto es un simple ejemplo para facilitar la comprensión de este nuevo concepto, ya que en la realidad sería imposible que la tierra se transformara en un agujero negro porque no reúne las condiciones de superficie y densidad necesarias para ello. En las esferas qlifóticas o infernales, las cuales contienen toda la energía lumínica que ha sido desperdiciada por los seres humanos, la luz también está aprisionada (igual que en un agujero negro) a la espera de poder ser integrada a cada persona en particular. No ahondaremos en este tema porque nos saldríamos del objetivo de este libro, pero ahí queda eso como hipótesis de trabajo para quienes deseen profundizar en ello.

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