domingo, 8 de enero de 2012


Lección 1: Definiciones y origen

Un lenguaje común


Otra tarea que los ángeles están llevando a cabo -de momento con poco éxito, ya que se trata de un trabajo que será plenamente efectivo en el Tercer Milenio- es la elaboración de un lenguaje común a todos los seres humanos. Ello nos confirma el carácter trasnochado y anti evolutivo de todos los nacionalismos y los separatismos, abocados -cual pesado dinosaurio- a una total desaparición a medida que sus protagonistas vayan accediendo a una conciencia global.
En efecto, queda clarEra de Acuario de Silvia Smitho que lo que se lleva, de cara a la entronización de la Era de Acuario, no es bucear y escudriñar en las señas de identidad de un pueblo, una etnia o una raza (como muchos rezagados de la agonizante Era de Piscis se empeñan en hacer últimamente), sino en las señas de la «aldea global» que da cobijo a todos los terrícolas. La pregunta típica que surge al abordar este tema, es la del por qué -en el umbral de la Nueva Era- de tantos y tantos conflictos como los de Somalia, Ruanda, las repúblicas rusas, la antigua Yugoslavia, el aparente (según los expertos, hay más ruido que nueces) resurgimiento del nazismo, el racismo y la xenofobia, que también se manifiestan en países occidentales sin conflictos étnicos etc.
La respuesta que ha surgido, tras haber meditado sobre el tema, ha sido una idea que bien podría resumir aquel dicho popular «la caridad bien entendida empieza por uno mismo». Es decir que para que un hombre acepte fundir su identidad con la de otro perteneciente a otra raza, pueblo, etnia o mentalidad, es preciso que primero conozca a fondo y sea consciente de la suya propia, o sea que conocer e incluso venerar las raíces y la idiosincrasia particular de uno mismo parece ser una etapa necesaria para luego poder acercarse a la identidad de los demás. Max Heindel dice a este respecto en «El Concepto Rosacruz del Cosmos»: «sólo cuando hemos cultivado un Yo podemos sacrificarlo y dar el Yo al todo; la unidad nacional, de tribu o de familia debe romperse antes de que la fraternidad universal pueda ser un hecho».
Pero este paso tiene que partir de la propia voluntad, desde una plena libertad; de otro modo, cuando la unión entre etnias o pueblos se lleva a cabo por la fuerza, por imposición exterior de un dirigente, de una nación extranjera o de cualquier otra circunstancia, como es el caso de los países antes citados, no puede ser definitiva porque su base es tan endeble como un castillo de naipes. De igual modo, cuando dos hermanos de una misma familia están enfrentados, de poco les servirá que sus progenitores les impongan un entendimiento por medio de castigos u amenazas.
Tal vez así se logre que de cara a la galería mantengan cierta armonía, pero seguirán enfrentados hasta que alcancen la madurez o la comprensión de que si han nacido en un mismo núcleo familiar, es posiblemente para que aprendan a amarse y tolerarse, pero quizá esta comprensión nazca tras numerosas luchas. Por ello cabe esperar que todos los pueblos que están actualmente enfrentados en luchas fratricidas en el planeta lleguen un día u otro a esta comprensión, aunque ésta tenga que erigirse sobre el cadáver de los que no han sabido alcanzarla.

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