miércoles, 29 de agosto de 2012





AVE FENIX: MITO SOLAR Y SÍMBOLO DE INICIACIÓN
Es innegable que el mito del Fénix está íntimamente ligado a una ciencia sagrada de carácter iniciático: la alquimia. Cómo se sabe, el fin último de la alquimia es la regeneración del compuesto humano y su reintegración en el estado edénico primordial. La primera fase de los trabajos alquímicos recibe el nombre de "putrefactio" o mortificación de la cu
al se extrae un compuesto que, en una segunda fase aviva el fuego interior del ser humano capaz de llevarlo al estado trascendente de identificación con la divinidad. El catalizador que provoca esta transmutación se obtiene directamente de la putrefacción de la materia primera en la primera fase de la Obra Hermética. El fuego tiene un papel preponderante en todos estos procesos. A la luz de estos datos el símbolo del Ave Fénix adquiere un nuevo sentido: nos está definiendo lo esencial del proceso de regeneración alquímico.
Dice la tradición del Fénix que dentro del nido espera la cremación. Una vez muerta, el ave empieza a descomponerse y el líquido formado por la putrefacción de los miembros impregna la totalidad del ave, lo que da origen a un gusano de cuya metamórfosis saldrá un nuevo fénix. El cuerpo muerto se calienta de tal forma que llega a producirse una llama. Así pues, el "líquido salido de la putrefacción" del Fénix es el catalizador que los alquimistas llamaban "piedra filosofal" que provocaba la regeneración del sujeto o bien facilitaba la transmutación del plomo en oro. Fénix y piedra filosofal encierran en sí mismas, milagro y capacidad regenerativa.
Nuestro viaje a través del Fénix nos ha permitido comprobar hasta qué punto está ligado a una secuencia simbólica que indica estabilidad, orden, realeza, realización y trascendencia, de la que forman parte el Sol, la alta cumbre, el Fuego, los símbolos solares de determinadas plantas, ubicaciones geográficas concretas como el Este, o ciudades alegóricas como Heliópolis. De todas estas sugerencias simbólicas, la que más persistentemente recorre el mundo de la Tradición es el Solar, de ahí que podamos definir el Fénix como un avatar del Sol.

En segundo lugar la reiteración del tema muerte-renacimiento le otorga un contenido iniciático y una enseñanza operativa: para regenerar la naturaleza del ser, ésta debe morir en su aspecto humano; el ente renacido de la putrefacción, la incineración del "hombre viejo", generará un ser trascendente, que comparte cualidades con la divinidad y cuya morada sea el Paraiso, el estado edénico primordial, los Campos Elíseos o las Islas Bienaventuradas.

A partir de aquí estas dos concepciones es posible establecer múltiples correspondencias con otros mitos y concepciones de Oriente y Occidente que remiten a idénticas claves simbólicas y que definen una "vía" de realización, heroica y solar que fue patrimonio de nuestros ancestros, cuando Occidente daba sus primeros pasos.




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