miércoles, 22 de agosto de 2012


La virtud de escuchar

Cuentan que un rey chino envió a su primogénito a estudiar donde el gran maestro Pan Ku con el objeto el objeto de prepararlo para la sucesión en el trono.

El sabio lo mandó enseguida a escuchar los sonidos de un bosque solitario. El príncipe T’ai regresó del bosque al cabo de un año y le describió la entonación de las lechuzas, la caída de las hojas, el murmullo del viento, el zumbido de las abejas, la carrera de las ardillas, el rumor de los arroyos y el gorjeo de los pájaros.

El maestro se declaró insatisfecho por la descripción y le dijo al muchacho que volviera por un año más y pusiera mayor cuidado a los ruidos del bosque.

Transcurrieron muchos meses y el joven soberano se esmeraba en escuchar y en escuchar sin progresar en nada. Una mañana comenzó a percibir unos ruidos distintos y se alegró de saber que por fin podría satisfacer a su mentor. Al regresar, le dijo a Pan Ku:

- Maestro, al fin pude oìr lo nuevo: el aleteo de las mariposas, el ruido de las flores cuando se abren, el sonido de la tierra cuando se calienta bajo el sol, el paso lento de los escarabajos, y la modulación de la yerba al beber el rocío de la mañana.

Pan Ku hizo un gesto de descontento y repuso:

- Solo cuando el futuro gobernante haya aprendido a escuchar de cerca el corazón de las personas, sus sentimientos no comunicados, sus penas inexpresadas y sus quejas silenciosas, solo entonces podrá inspirar confianza a su pueblo. El buen líder es aquel que rehúsa las palabras superficiales y penetra hondamente en el alma de la gente para oír sus verdaderas opiniones, sus sentimientos y deseos.

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