Dos jóvenes amigos durante su peregrinaje comienzan la subida a una montaña, con miedo descubren la figura de un fiero león, mientras huyen un anciano se cruza en su camino y les anima a continuar
Hace muchos años, en la lejana Persia, había un templo al que peregrinaban los fieles para cumplir promesas y rezar a Dios pidiéndole su ayuda. El templo estaba en lo alto de un rocoso monte al que se subia con apenas una hora de marcha. Niro y Verjes, dos jóvenes amigos, quisieron cumplir con el ritual y subían por el largo camino que llevaba hasta el templo. Era una mañana fresca y la niebla se deslizaba entre las montañas como los dedos de una enorme mano. Los dos amigos pararon un momento para calcular cuanto les quedaba para llegar al templo cuando, mirando hacía la cima, descubrieron junto al camino la figura de un enorme león allá a lo lejos. La niebla les ocultó por un momento a la fiera y, al retirarse poco después, descubrieron que la fiera parecía bajar hacía donde estaban ellos. Llenos de miedo corrían hacia la base del monte cuando se cruzaron con un viejo que subía hacia el templo.
-Anciano, huye con nosotros pues hay un enorme león que está bajando hacia aquí- le dijeron los amigos.
El anciano, después de mirar a lo alto del monte, les replicó que él no veía ninguno y siguió caminando hacia el templo.Los jóvenes amigos, un poco avergonzados de su temor y preocupados por el anciano cambiaron impresiones y decidieron caminar con él.
La niebla, con la subida del sol, iba despejándose y los tres caminaban a buen ritmo pero ya no veían ninguna fiera. Llegados al templo oraron a Dios contagiados de la tranquilidad del viejo. Al poco rato tomaron el camino de vuelta y después de caminar un poco el anciano les dijo que siguieran bajando mientras el descansaba sentado en unas rocas que había junto al camino.
Así lo hicieron los jovenes amigos aunque sin parar de mirar a los lados llenos de temor. Una vez en la base de la montaña se volvieron a mirar y llenos de asombro comprobaron que el viejo descansaba sentado en el lomo del león que vieran al iniciar la subida. Comprendiendo que todo había sido un efecto óptico se rieron de su propio miedo y esperaron al viejo que, después de descansar un buen rato, había reanudado el descenso.
-Sin duda- le dijeron- ya conocías este camino y el efecto que producen esas rocas al mirarlas desde lejos.
Los ojos del anciano relucieron mientras una sonrisa se formaba en su boca.
-He conocido muchos caminos a lo largo de mi vida, pero os diré una cosa que solo se aprende con los años: Los leones que el futuro esconde, para devorarnos, casi siempre son ilusórios.
Se despidió de ellos con un gesto y prosiguió su camino con tranquilidad.
Autor: Javier Miguel