domingo, 22 de julio de 2012


CURSO DE ANGELES
LECCION 46
Dictado por Alexiis
Publicado por María Elena Syro P
LOS SÍMBOLOS
El símbolo es aquello que da que pensar. Habla en el lenguaje de los sueños, de la intuición y del misterio. No se opone al pensamiento lógico, está en otro nivel, eso es todo.
Las imágenes y los símbolos dicen más que las palabras. El símbolo pertenece al arte del silencio… anterior al verbo y según las tradiciones, hubo un silencio profundo antes de la creación. Tanto el lenguaje de los símbolos como el de la oración son sagrados.
Para aclarar un poco lo que antecede tomemos por ejemplo el diluvio, las escenas del diluvio con las aguas cubriendo la tierra….
El diluvio purifica y regenera…. Reabsorbe a la humanidad en las aguas de un nuevo nacimiento. Es lo que para los cristianos significa el bautismo. El diluvio, que fue un inmenso bautismo colectivo, señala el límite entre la prehistoria y la historia de la humanidad. Indica el punto exacto donde comienza a operar la alquimia como ciencia sagrada. Es un símbolo.
En las aguas del diluvio desaparece en forma psíquica, un nivel de conciencia confundido y perdido en el mundo exterior. En el diluvio está simbolizada la reabsorción instantánea de una forma de vida vieja, sin energía, contaminada de frustraciones.
El diluvio produce un efecto energético. El aspirante entra al arca.. o sea a la caverna alquímica y las aguas del olvido cubren su anterior existencia.
¿Cuál es ese estado anterior? Es ese lamentable estado en el que la mayoría de nosotros acepta vivir sin rebelarse, es como un estado desvitalizado, marchito, sin energía.
También al hacer una novena, ni bien se empiece, se estará navegando como Noé en un estado superior de conciencia. Se iniciará de inmediato una travesía fantástica sobre las aguas que cubren la vida anterior.
Noé estaba acompañado de palomas a las que envió como emisoras para informar sobre el proceso que estaba aconteciendo dentro del arca. Era para señalar los cambios que se operaban dentro del arca; ésta era un Atanor y como tal debía permanecer cerrada, aún para el mismo Creador. Esto significa que tenemos libre albedrío, Noé tuvo un mandato, pero siempre estaba la posibilidad de desobedecerlo. En total soledad, ayudado sólo por las oraciones, él iba llevando adelante, día por día, la espectacular obra alquímica de la que sólo el mar fue testigo.
Noé debía mandar a los pájaros para ir avisando a Dios que las etapas se iban cumpliendo según lo previsto y además para recibir la respuesta del mundo exterior. Cuando la paloma regresara, la tierra prometida estaría cerca
Noah o Noé sería el germen de la nueva humanidad. En el Arca se llevaría a cabo la reconquista de la verdadera naturaleza humana. Noé se descontaminaría del miedo, se le recordaría su esplendor e integraría sus energías de una manera nueva.
Era el número diez en el linaje de descendencia de Adán, en la rama de Shet, con él se iniciaba un nuevo ciclo evolutivo. También se retornaría a las normas primeras, a la verdad, a la pureza y… ¡La obra tuvo éxito!
Ya su padre Lemekh es avisado sobre la misión que llevará adelante Noé, podríamos decir que le informan que su hijo es invitado a realizar una obra de transmutación que tendrá enormes consecuencias en la especie humana. Noé es la primicia, la avanzada. Luego de ser él mismo transmutado adentro del arca, repoblará la tierra con un germen nuevo. Este germen está grabado en nuestro código genético y se activa con las oraciones. Lo llevamos inscripto en nuestra memoria, sabiendo que Noah pudo hacerlo y tenemos las claves de esa primera obra alquímica. ¿Porqué no intentarlo?
La escena del diluvio simboliza el caos que necesariamente precede a toda creación. Caos no visto como desorden, sino como transición. Noé entrando al arca es la imagen exacta del alquimista entrando a su propia arca, a su espacio sagrado, a su laboratorio. Noé flotando sobre las aguas, en total soledad con respecto al mundo, sin referencias a lo habitual, representa al alquimista separándose de la vida profana.
Elohim ordenó construir a Noé un arca de madera resinosa, se supone que de acacia. La acacia simboliza a las ciencias sagradas porque es madera que es incorruptible y resistente, o sea, es un material apto; es capaz de ser atanor.
El camino de la evolución se construye con un material probado, confiable; o sea las ciencias sagradas de la tradición. Este conocimiento es sólido, porque es una fuerte base de apoyo, un buen fundamento.
Las ciencias sagradas son en primer lugar la alquimia, junto con ella la angelología o conocimiento de la cooperación con los Ángeles. A la teología o la historia del diálogo del humano con Dios y a la elfología o el misterio de los reinos elementales.
¿Qué conservaba el arca? El conocimiento sagrado e iniciático de todas las civilizaciones anteriores al diluvio. O sea, el arca conservó la verdadera historia de la humanidad, las claves que luego tomaron las tradiciones.
Tanto el arca de Noé como el arca de la Alianza del pueblo hebreo, son depósitos del conocimiento único. Hay una sola verdad, un solo conocimiento inmutable que va siendo resguardado a través de los tiempos. En nuestra tradición está custodiado por las ciencias sagradas. En otras culturas esta misma verdad, está protegida por los saberes antiguos. El diluvio es universal, los indígenas americanos lo describen también, los relatos babilonios hablan de lo mismo.
Explicando a Noé, que se dejara conducir hacia un nuevo nivel de conciencia, Elohim entonces le pidió que construyera su arca y que allí dentro hiciera entrar a todas sus energías no desarrolladas. Dándole al mismo tiempo las claves que debían ser transmitidas a la nueva humanidad de la cual Noé sería el primer exponente.
Elohim invitó a Noé a que tome conciencia de todas sus partes fragmentadas, de sus partes felices, de sus partes heredadas, de su parte ancestral. Esto es lo que simbolizan los “animales” que hace entrar al Arca con él, para hacer la travesía a un nuevo nivel de conciencia.
Con “ellos”, con los animales, con lo que es Noé a nivel denso, se hace la alquimia del renacimiento… ellos son su campo de energía no transmutado, ellos simbolizan sus instintos latentes. Todos estamos acompañados sin saberlo por nuestros propios “animales”. Nuestro cerebro tiene tres niveles superpuestos, el nivel reptil, el mamífero y finalmente el humano, en vías de desarrollo.
Funcionamos a nivel reptil, cuando defendemos nuestros territorios, nuestras posesiones, nuestros viejos pensamientos. Cuando somos capaces de “matar” a quien amenaza nuestra seguridad. El nivel reptil, funciona en base a la agresión y al miedo.
Luego, un poco más evolucionados, actuamos como mamíferos, creamos territorios y en ellos encerramos y poseemos a nuestros afectos, a nuestros logros, nuestros éxitos. Nos entendemos bien con los de “nuestra manada” y excluimos a todos los demás. Nos preocupamos por el bienestar de nuestro círculo y participamos de las luchas de poder y predominio dentro de Él. ¿Es éste un comportamiento humano? Todavía no. Estamos llenos de prejuicios y de cobardía, nos preocupa básicamente nuestra seguridad, todavía estamos contaminados de miedo, en el nivel mamífero somos bastante mezquinos…l
El tema es poder llegar a ser humanos. Se trata del amor, de la apertura, de la libertad, de la generosidad.
Sigamos con nuestro relato, después de 40 días, lapso de transmutación absoluta e irreversible, cesa la lluvia y bajan las aguas. Noé entonces sale del arca, según los relatos bíblico, esto acontece a la edad de 600 años. El seis es un número clave.
El seis indica el último paso de la transmutación, el ser humano estuvo completo, en el sexto día de la creación. En el día séptimo Dios “descansó”, esto significa que dejó en libertad a la criatura para que eligiera su camino.
¿Qué ocurrió en el Arca durante los 40 días y 40 noches? Las tradiciones nada nos dicen al respecto. Sin embargo se comprende que hubo tres etapas, la negra, la blanca y la roja.
Cuando la primera etapa estuvo terminada, Noé envió entonces un cuerpo para explorar el nivel de las aguas y también para dar la señal a los cielos. La señal avisando que el primer paso se debía cumplido dentro del arca.
Luego sobrevino la obra en blanco. Noé mandó entonces una paloma para dar aviso del acontecimiento. Finalmente llegó para él la obra en rojo, y llegó el momento del desembarco. Esta vez, la paloma regresó, Noé supo entonces que la nueva tierra, la nueva realidad estaba emergiendo de las aguas del diluvio.
Mientas tanto, en el exterior, bajo el sol de esos tiempos bíblicos, todo se secaba poco a poco y emergía la primera tierra; según las tradiciones es la misma que estás pisando ahora.
Ahora bien, pasaron todavía 150 días, hasta que por fin Noé recibió la señal que estaba esperando, las palomas que venía enviando ya no regresaban. De pronto apareció una de ellas con un ramo de olivo en el pico.
Obviamente las palomas no habían regresado porque habían llegado ya a destino, a la nueva tierra. O sea el resultado de la obra estaba a la vida. La que entregó a Noé la rama de olivo trajo la señal “es posible el desembarco, la transmutación se ha completado”. La transmutación de la que te hablo sucedió en el interior del arca o sea dentro de Noé mismo, también como consecuencia aconteció el cambio en el mundo exterior. Todos los acontecimientos están relacionados. Y sucedió alo más… un deseo se había cumplido.
El deseo de Noé de llega a una nueva tierra y empezar una nueva vida. Él estaba cumpliendo un mandato pero participaba en el suceso con plena conciencia, había pedido el cielo que se cumpliera su sueño.
El olivo es símbolo de paz, purificación, victoria y… recompensa. Es símbolo del oro y del amor, además de serlo de la paz. Noé iba a tener todos los recursos para dar comienzo a una nueva civilización. Nosotros heredamos estos tesoros, Noé somos nosotros mismos, Él solo nos indica el camino. La paloma simboliza la forma. En la tradición cristiana, el espíritu santo es el que liga al cielo y la tierra. Cuando hablamos de forma estamos hablando de concreción, realidad, esto no es una fantasía. La transmutación es un hecho concreto.
EL ÁNGEL DE LA MUERTE Y EL RENACIMIENTO
La fuerza de este Ángel es una extensión y una ampliación del flujo del poder causal de la Renunciación y la Regeneración mencionado por separado. Ese poder, como el Ángel de la Renunciación y la Regeneración, cede el turno de impartir la clase siguiente al Ángel de la Muerte y el Renacimiento para que complete la lección que enseña a reemplazar lo inferior por lo superior.
Este Ángel representa la fuerza de la metamorfosis, y su función es la de ayudarnos a disolver los patrones erróneos y las falsas creencias del ego y auxiliarnos en la tarea de preparar nuestra conciencia para la infusión final de la energía del Dios-Yo. Es “ese irresistible impulso de la Naturaleza que es la causa de que todos los seres sean finalmente absorbidos por la condición divina en la cual ya existían antes de que el Universo ilusorio se hubiera manifestado”.
Si esta energía se encuentra bloqueada por el temor a la “muerte” que experimenta el ego y por la disminución de la personalidad, o a través de la identificación del Yo con el cuerpo físico, nos convertiremos en personas que se resistirán a cualquier cambio y que bloquearán la divina espontaneidad de la vida. Las proyecciones negativas del ego pueden acarrear también el resultado de llevarnos a estar constantemente vigilando el estado del cuerpo físico para ver si hay algo que anda mal, lo que conduce a producir un desorden en todo el sistema.
Pese a que no podemos pensar en nuestro ego como una hidra de nueve cabezas que vive en una “ciénaga encharcada y pestilente”, la naturaleza de este animal representa la acumulación de todos los defectos de nuestra personalidad que permanecen sin ser corregidos a través de todas nuestras muchas encarnaciones en diversas formas físicas. Si atacamos al ego con emociones combativas, sólo magnificaremos su naturaleza malévola y, luchando en su territorio – en las tinieblas de la conciencia inferior – perderemos todo nuestro poder para lograr la victoria. Al tratar con esta parte inferior y sin redimir de nuestra naturaleza, debemos recordar que “nos levantamos si nos arrodillamos”, lo cual significa que la humildad es la clave, y que el orgullo y la ira deben ser reemplazados por la paciencia y el perdón.
Así, deponemos todos nuestros sentimientos de hostilidad y elevamos esta forma de pensamiento creada por el yo hacia la luz purificadora del Espíritu, donde pierde todo su poder y logramos alcanzar la victoria. Vencemos por medio de la entrega y ganamos la perfección al renunciar a nuestros defectos. El Ángel de la Muerte y el Renacimiento es el Poder Causal que nos ayuda a cumplir con esta heroica tarea.
En primer lugar, deseo ser bien clara al tema de la muerte, palabra que a la mayoría de las personas les produce una sensación de temor y estremecimiento. En verdad, lo que llamamos muerte no es sino una entrada a una vida más gloriosa, de alegría, plenitud, paz y libertad, ya se trate de una experiencia física o mística. En ambos casos es un flujo incesante de vida sensible, pero con una diferencia. Excepto por la inmediata elevación de la conciencia que se deriva de la experiencia de quedar liberado de la forma corporal, la muerte física no es nada más que un cambio de la forma. Conservaos la conciencia, la comprensión y el conocimiento conquistados durante nuestra visita a la tierra, y cuando nos movemos de un plano hacia otro, llevamos con nosotros nuestras tendencias y nuestros intereses.
Ya en el plano no-físico, continuamos nuestra evolución a medida que progresamos gradualmente a través de un proceso de expansión de la conciencia que nos conduce hacia nuestro objetivo final, el de recordar y despertar a nuestra Realidad Esencial, la identidad divina.
La verdad principal de los antiguos colegios de Misterios era ayuda a que el iniciado “muriera” en su personalidad para despertar a la Realidad, divina que albergaba en su interior. El punto central de esta enseñanza estaba constituido por la idea de que la única muerte verdadera es el nacimiento físico, y que el único nacimiento verdadero es la comprensión y la liberación del Yo Espiritual.
También se enseñaba que cualquier persona que abandonara la vida espiritual y eligiera vivir una vida puramente material, plena de falsas ambiciones, era, desde ese momento, una persona muerta, cuyo renacimiento sólo era posible a través del acto de morir (desapegarse, desprenderse) del mundo de los sentidos.
Debemos tener en cuenta que en esos antiguos tiempos de la humanidad, los iniciados no trataban de convertirse en “santos” para pasar el resto de sus vidas ataviados con una túnica monacal y caminando en círculos mientras musitaban algún canto místico. Por el contrario estaban buscando liberarse de las ataduras del mundo físico para poder permanecer en este mundo y participar en su transformación. Su objetivo era despertar a la masa de la humanidad, pero también sabían que la posibilidad de salir de ese estado de sueño debe comenzar en la conciencia de cada individuo, de modo que comenzaban por ellos mismos, tal como hoy debemos hacerlo vos y yo.
La idea de muerte y renacimiento aparece claramente ejemplificada por Jesús en la Iniciación de la Crucifixión y la Resurrección. Él nos enseñó que debemos morir para la naturaleza inferior para poder vivir como el Yo Superior que en Verdad somos. La naturaleza inferior debe morir para que la naturaleza superior puede manifestarse plenamente. Esa muerte consiste “en la renuncia a la personalidad, en el reemplazo de la conciencia humana por la conciencia divina. En atravesar tanto el plano objetivo como el plano subjetivo de la conciencia”.
En este punto de nuestra evolución pasamos por una experiencia portentosa. A partir de nuestra renunciación, hemos estado esperando en una vibración superior, en una percepción superior del Sagrado YO que llevamos en nuestro interior. Pero en el momento de la crucifixión esta comprensión comienza a desvanecerse como una conciencia personal para llegar a asumir la identidad de su fuente. Se produce un progresivo desvanecimiento de la conciencia personal y una progresiva aparición de la otra, y, durante un breve intervalo, la sensación de la Presencia nos abandona por completo y podríamos ponernos a gritar “‘Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?”. Pero, entonces, cuando llegamos a comprender plenamente nuestra Divinidad, la frase “Yo y mi Padre somos una sola persona” se convierte en una realidad. Se ha producido la muerte de nuestro viejo yo y ahora podemos renacer e ingresar a la Experiencia de la Resurrección.
Acerquémonos de manera más práctica a esta idea de la muerte y el renacimiento. Cuando dejamos de identificarnos a nosotros mismos como parte del mundo físico de las formas, rompemos las ataduras emocionales que nos ligan a los efectos externos y disipamos la ilusión mental de estar viendo “en el afuera” algo que realmente no existe, estamos removiendo las diferentes capas de los patrones de nuestra personalidad que han estado rodeando nuestro aprisionado esplendor.
Cuando nuestra naturaleza divina, nuestro Auténtico Ser aparece en la superficie, nuestras vidas cambian tan asombrosamente que la tierra parece ser el cielo. Los problemas, desafíos, pruebas y tribulaciones que estábamos experimentando en nuestra naturaleza inferior se han desvanecido por completo, pues no pueden seguir existiendo fuera de esa naturaleza inferior.
Todos los deseos, anhelos y necesidades han sido asumidos por el Yo Espiritual, y se han convertido en manifestaciones acordes con la visión superior, la cual siempre significa mucho más que aquello que concebimos en nuestra limitada conciencia. Así “morimos” para la carencia, las limitaciones, la insatisfacción, la futilidad, los conflictos, la desesperación, el miedo y la culpa, y renacemos a la vida resucitada del dominio y la supremacía espiritual.
¿Cómo hacer para provocar esta muerte y este renacimiento místico? La forma más simple de responder a esta pregunta es decir que si nosotros cumplimos con nuestra parte, el Espíritu se encargará del resto; y nuestra parte, básicamente, puede ser resumida en estos cuatro pasos:
1) Depositar nuestra fe en el invisible mundo espiritual en lugar de hacerlo en el visible mundo material, lo cual significa que debemos dejar de conferir poder al plano material de los efectos y reclamar esa autoridad que nos pertenece por derecho divino.
2) Romper con las atracciones emocionales que están limitando nuestras vidas. Debemos abandonarlo todo al Espíritu de Dios que mora en nuestro interior; debemos, incluso, entregarle esos deseos que nos están tirando hacia abajo, pues, en verdad, sólo cuando abandonamos nuestro deseo en las manos del poder superior adquirimos el derecho a ver satisfecho ese deseo.
3) Llenos de humildad, dejamos todas las energías del ego en manos del Sagrado Yo que mora en nosotros y, simbólicamente, hacemos que nuestra naturaleza inferior ascienda hacia la Luz del Espíritu.
4) Por medio de la meditación, desarrollamos el poder de nuestra intuición para que llegue a ser mayor que las percepciones erróneas que veíamos a través de los falsos ojos de la personalidad
Si somos completamente sinceros y tenemos la voluntad de entregar todo lo inferior para cambiarlo por lo superior, el Sagrado Yo se ocupará de borrar suavemente la vieja personalidad y de reemplazarla por su propia Presencia, todas las energías inferiores. No quiero dar la impresión de que este es un proceso que puede cumplirse de la noche a la mañana, pues, por el contrario, se requiere mucha preparación para que esta fusión pueda producirse.
No sólo debemos derramar todo el vino viejo – y todo lo que ese vino representa – sino que debemos tener listo un odre completamente nuevo para recibir el nuevo contenido. Pablo dijo “Cada día estoy a la muerte” (Primera Epístola a los Corintios, 15:31) – y eso es lo que debemos hacer para asegurarnos la victoria final.
Al “estar a la muerte” cada día – y momento a momento, si fuera necesario -, rompemos las ataduras del ego y comenzamos la ascensión hacia la superconciencia. Cada vez que nos movemos hacia el lugar más secreto de la conciencia y sentimos y experimentamos la Presencia de Dios ante la que estamos, morimos un poco para todo aquello con que nos atrae nuestra naturaleza inferior. A cada momento en que nos conectamos con el Yo Superior y vemos la Luz interior, sentimos el Amor y sabemos que estamos percibiendo la Realidad, disminuimos todo aquello que nos mantiene asidos a nuestra naturaleza inferior. Cada vez que damos la espalda a las apariencias y nos negamos a prestar atención a los desafíos de la salud, de nuestra forma de abastecernos, de nuestras profesiones o de nuestras relaciones, avanzamos un poco en el proceso de nuestro renacimiento.
Cuando estás pasando por la transmutación y reorientación de tus energías humanas, llama a este Ángel para que te ayude y te facilite el proceso. Para las personas comunes, el Ángel de la Muerte es el más temible, pero para los aspirantes, discípulos e iniciados, es “aquel que es tan bienvenido como una sonrisa”. Ahora ponte en contacto con el Ángel y pregúntale cómo puede ayudarte en la preparación del paso final de liberación y aceptación. Pídele que te revele si existen reservorios de características de tu personalidad que aún no han sido sometidas y de ataduras del ego que aún no han sido cortadas, y disponte a colocarlas bajo control.
Afirmándote en la energía y el poder de este Ángel, retrocede y revisa los cuatro pasos que he mencionado anteriormente, y mantente firme en tu compromiso de arrojar al ego de tu vida actual para tener una experiencia mayor de la Verdad Viviente.
Debes cambiar tu idea de lo que significa vivir en este mundo. Vivir en alegría, paz y libertad no significa desprenderse de las cosas de este mundo, sino dejar de confiar y de depender de esas cosas y volver tu atención hacia el YO SOY que llevas dentro de ti y que es la única Causa y el Único Poder, y dejar que las cosas del mundo aparezcan naturalmente.
Aquellas cosas que no estén de acuerdo con el orden superior deben morir y ser reemplazadas por otras que sí lo estén, pero sin ninguna clase de sacrificio o de sufrimiento de tu parte. Considera también que el ego no participa de la Energía del Amor y ten en cuenta, sin embargo, que el Reino sólo puede expresarse a través de esa energía. ¿Acaso no vale la pena eliminar todos los obstáculos que impiden que el cielo se manifieste en la tierra? Recuerda que la muerte no existe, que sólo hay un cambio de energía.
Finalidad: Llamado también energía de la metamorfosis, este Ángel nos ayuda a atravesar las áreas dominadas por el ego y a realizar nuestra identidad como seres espirituales.
Rasgos negativos que pueden presentarse a partir de las proyecciones del ego: exagerada preocupación por el cuerpo físico; el individuo se convierte en un fanático de la salud que está constantemente observando sus sistemas físicos para ver si hay algo que anda mal.
Su energía resulta bloqueada debido a: el temor a la muerte del ego; la creencia de que la metamorfosis de la personalidad a la individualidad eliminará la forma física; la identificación con el cuerpo como si fuera el verdadero Yo.
FÁBULA SOBRE LOS ÁNGELES
Cada vez que muere un niño bueno, desciende a la tierra un Ángel del Señor, toma en sus brazo al niño muerto, abre sus grandes alas blancas y vuela por todos los lugares que el niño ha amado; luego recoge un manojo de flores, que le lleva a Dios, para que ellas florezcan aún más bellas que en la tierra. El buen Dios pone todas las flores en su corazón, pero a la predilecta le da un beso y ella recibe la voz y puede cantar en el coro de los beatos.
Todo esto lo contaba un Ángel del Señor mientras llevaba un niño muerto al cielo, y el niño lo escuchaba como en un sueño; y volaban por la casa, en los lugares donde el niño había jugado, y luego por los deliciosos jardines llenos de flores bellísimas.
“¿Cuál debemos tomar para plantar en el cielo?”, preguntó el Ángel.
En el jardín había un rosal alto, pero un hombre malo le había quebrado el tronco y todas las ramas llenas de grandes brotes que recién aparecían, se habían doblado y se marchitaban.
“Pobre planta”, dijo el niño, “toma esa, así podrá florecer junto a Dios”.
El Ángel recogió la planta y le dio un beso al niño, que abrió un poco los ojitos. Tomaron esas magníficas flores, pero también llevaron la despreciada caléndula y el pensamiento del campo.
“Ahora tenemos flores”, dijo el niño, y el Ángel asintió pero todavía no volaron hacia Dios. Era de noche y había silencio; permanecieron en la gran ciudad y volaron por una de las callejuelas más estrechas, donde había un montón de paja, cenizas y basura: habían hecho una mudanza, y por todas partes quedaron pedazos de platos, fragmentos de yeso, trapos y cosas viejas.
El Ángel señaló, en toda esa confusión, algunos restos de una maceta; cerca había un poco de tierra que se había salido de la maceta, pero que seguía unida por las raíces de una gran flor silvestre ya marchita, que no valía nada y que por eso habían tirado.
“¡Llevémosla con nosotros”, dijo el Ángel, “luego, mientras volemos, te diré por que!”
Y entonces volaron y el Ángel dijo:
“Allí, en esa calle estrecha, en un sótano, vivía un pobre muchacho enfermo; desde niño había estado siempre en la cama; cuando se sentía bien podía caminar por al habitación con las muletas, pero nada más. En algunos días de verano los rayos de sol entraban por unos minutos en la pequeña habitación del sótano, entonces el muchachito se sentaba al calor del sol y miraba la sangre roja que corría por los delgados dedos que sostenía delante de su rostro. En esos días se podía decir: “¡Hoy el pequeño ha salido!”
El muchacho conocía el verde primaveral del bosque sólo porque el hijo del vecino le traía el primer ramo de baya con hojas, y él lo ponía encima de su cabeza y soñaba que estaba bajo los rayos del sol resplandeciente y de los pájaros que cantaban. Un día de primavera el hijo del vecino también le trajo algunas flores silvestres y entre ellas había por casualidad una que todavía tenía raíces; por eso la plantó en una maceta que puso cerca de su cama.
“La flor, plantada por una mano amorosa, creció, sacó nuevos brotes y floreció cada año. Esto fue para el muchacho el paraíso maravilloso, su pequeño tesoro en la tierra. Lo regaba y lo cuidaba y se ocupaba de que recibiera hasta el último rayo de sol que entraba por la pequeña ventana baja, y la flor crecía también en la fantasía del muchacho, porque florecía para él, para él daba su perfume y le alegraba la vida. Y cuando el Señor llamó al muchacho, él miró, al morir, esa flor.
“Hace ya un año que está junto a Dios, y durante todo un año la flor quedó abandonada en la ventana y se marchitó. Por eso la tiraron a la basura durante la mudanza. Y nosotros hemos puesto en nuestro ramo a esa flor, a esa pobre flor marchita, porque ha dado más alegría que la más bella de las flores del jardín real”.
“¿Pero cómo sabes todas estas cosas?”, preguntó el niño que el Ángel llevaba al cielo.
“¡Lo sé porque yo mismo era ese pobre muchacho enfermo que caminaba con las muletas!”, le explicó el Ángel. “¡Y conozco bien a mi flor!”
El niño abrió los ojos y miró el bello y feliz rostro del Ángel; en ese momento llegaron al cielo, donde había alegría y bienaventuranza. Dios apretó contra su pecho al niño muerto e inmediatamente le crecieron las alas, como al otro Ángel, y juntos se fueron volando, tomados de la mano.
Luego Dios apretó contra su pecho el ramo de flores y besó a esa pobre flor silvestre marchita, que enseguida tuvo una voz y cantó con todos los Ángeles que volaban alrededor de Dios; algunos muy cerca, otros en grandes círculos alrededor de Él, y otros muchos más lejos todavía, en el infinito, pero todos igualmente felices. Y todos cantaban, pequeños y grandes, y también el niño bueno y bendito, y esa pobre flor silvestre que se había marchitado y a la que habían tirado en una calle oscura y estrecha, entre la basura de una mudanza.
PROGRAMACIÓN ANGÉLICA Nº 39
Los Creadores
El Creador hizo todo y a todos. Nosotros también somos creadores; hemos sido dotados con muchas de sus cualidades, pero la mayoría de las veces esos dones están tan enterrados que apenas se los reconoce y se los usa.
La preocupación es una forma de energía directa. El desasosiego te aparta de de cualquier otra cosa y te dirige de una manera concentrada hacia lo que temes. En este sentido, el desasosiego y el miedo se unen para traer a tu existencia exactamente aquello a lo que le tienes miedo.
Dejarás de preocuparte cuando entiendas las leyes universales que rigen el funcionamiento de las cosas. Una de esas leyes sostiene que cuanto se vea en la mente, sea bueno o malo, si se cree en ello, ocurrirá. La creación comienza en los pensamientos y en la imaginación. Inmundo de causas y efectos. Si mirases hacia adentro, verías lo correcto. Lo que se siembra, se cosecha. Tal como pienses, crearás, sin ninguna duda.
El trabajo interior representa mirar dentro de sí mismo. Todas las respuestas están dentro tuyo. No fuera, ni en otra persona, ni siquiera en lo que llamas Dios.
Lamentablemente no entiendes a Dios ni tampoco los métodos que Él usa para encontrar las respuestas. Es por eso que no nos da las soluciones cuando le rezamos con tanto fervor. No tenemos que rogar o suplicar. Sólo tenemos que relajarnos, tranquilizarnos, creer en nosotros mismos y en nuestras capacidades inherentes. De este modo, comenzamos a obtener nuestras propias soluciones bajo la forma de ideas. Debemos creer y confiar en el proceso. Dios no retiene ni nos oculta nuestras cosas buenas; a menudo, simplemente somos incapaces e ver que ya poseemos, o podemos poseer, todo cuando deseamos.
Las religiones son como las escuelas en diferentes países. Enseñan básicamente lo mismo, pero en diversos idiomas y de distintas maneras. Algunas escuelas pueden prestar más atención al arte o a la historia, mientras que otras ponen más énfasis en la química o las matemáticas. Pero hay un hilo común a todas ellas: ellas conducen al mismo lugar, al Templo de la Sabiduría y de la Luz.
Así que Dios, bajo cualquier nombre, sigue siendo Dios. El verso de los antiguos hebreos “Escucha, Oh Israel, el Señor tu Dios es Uno” es ahora tan verdadero como lo fue entonces, o lo será siempre. Dios no está en un lugar o época determinados. Dios está aquí y ahora. El cielo o el infierno están aquí y ahora. Dios no se sienta en un trono dorado acompañado por Ángeles que tocan arpas o vuelan durante todo el día. Dios está en cada persona, en cada forma de vida, en cada parte y en toda creación. Está tan presente en ti como en cualquier otra forma de vida que exista en los límites de esta galaxia. Dios también escucha y se interesa por sus criaturas. A Él le importan incluso los gorriones y los lirios del campo.

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