domingo, 22 de julio de 2012


CURSO DE ANGELES
LECCION 48
Dictado por Alexiis
Publicado por María Elena Syro P
EL ÁNGEL DEL VALOR Y LA PERSEVERANCIA

A veces sentimos una necesidad espiritual de liberarnos del control del ego y las compulsiones espirituales – relacionadas con la liberación de la aprisionada abundancia, para que pueda venir la paz. Cuando examinamos el verdadero significado del valor y la perseverancia, comprenderemos más claramente lo que esto quiere decir.
“¡Anímate!” – “¡Ten Valor!” – Esta exhortación, que aparecer en Hechos de los Apóstoles (23:11) y que tiene aplicación universal, es de suma importancia para nuestro viaje hacia la cima de la montaña. Pero esta frase que nos alienta a tener valor es a menudo mucho más fácil de decir que de poner en práctica, debido a que es posible que no sepamos qué significan realmente estas palabras. Coraje – ánimo, valor – proviene del latín y quiere decir “tener razón”. A su vez, corazón deriva del vocablo credo, que es la raíz de una familia de palabras y significa “creer en un principio”. De modo que “tener coraje” – “animarse”, “tener valor” – significa que debemos ser audaces, osados e intrépidos y que nuestros corazones deben estar impregnados con la creencia inquebrantable en un principio. Pero, y esta es la principal excepción, el principio en el que debemos creer tiene que ser una ley espiritual, pues, de otro modo, corremos el riesgo de que un sentimiento completamente opuesto al valor pueda llegar a manifestarse en nuestras vidas.
Y vos, ¿en qué crees sinceramente? Ese punto que están contemplando y examinando la mayor parte de tu tiempo, ese punto en el que tu atención está concentrada casi exclusivamente, ese es el punto hacia el que apuntan tus creencias. Por ejemplo, si estás excesivamente preocupada por tu seguridad y protección, eso quiere decir que creen en la ley del riesgo y del azar – o sea en un universo “no protector” – y eso es lo que realmente estás obteniendo. Si otorgas en tu vida más importancia a las carencias que a la abundancia, te olvidas de la sustancia invisible y omnipresente y crees que estás viendo la verdad, cuando lo que está ante tuyo es sólo la punta del iceberg, quiere decir que crees en una ley de insuficiencia. Entonces, tu corazón ha de expresar el miedo y la aprensión – o sea los antónimos del valor y el coraje – que están proyectándose en tu vida de acuerdo con los patrones que limitan tu conciencia.
¿Qué es lo que ves en tu mundo? ¿En qué está concentrada tu atención? ¿Hacia dónde estás mirando? Siempre seguimos nuestra visión, siempre marchamos hacia la imagen que predomina en nuestras mentes; siempre perseguimos las emociones que tiran de nuestro corazón; siempre nos convertimos en lo que contemplamos. ¡Así es la ley! Si nos sentimos enfermos, influimos sobre nuestro cuerpo y comenzamos a experimentar los signos de la enfermedad, mirando hacia abajo y viendo sólo el dolor y la enfermedad.
Si en cambio estamos atravesando por algún conflicto en nuestro hogar, o en nuestro lugar de trabajo, nuestras mentes se concentran en esa energía y somos empujados hacia la ira y el caos. Si nos sentimos solitarios, ingresamos más profundamente en las sombras y caemos en una depresión aún más intensa. Si experimentamos una sensación de insatisfacción y de que no lograremos alcanzar nuestros objetivos, es casi seguro que recorreremos la vía que lleva directamente a la estación del desempleo.
“Animarse” – o “tener valor” – significa mirar hacia arriba y seguir nuestra visión superior, hasta llegar a la cima de la montaña. Es creer en Dios y creer en nuestro Maestro, el Yo Superior que nos habita – nuestro gran proveedor y nuestro gran protector, aquel que siempre ha de curarnos, ese ser esencial que siempre está trabajando y que nos dice: “Sígueme, no temas, ven hasta mí, anímate, aprende de mí, no tengas miedo, siempre estoy contigo”-. La visión superior consiste en ver la Verdad con el ojo interior y seguir viéndola incluso cuando “las montañas tiemblen y se tambaleen”. Damos todo al Más Alto que está en nosotros y de ahora en más confiamos en ese Yo con todas nuestras fuerzas. En esto consiste el hacer que “tu corazón permanezca” en el Espíritu, que es quien nos da el valor y el coraje para caminar con confianza y penetrar en la guarida de los leones.
Utiliza tu valor ahora mismo para apartar la mirada de las apariencias y elevarla hacia la Verdad. De una manera u otra, desde que nacimos nos han enseñado a mantener los ojos fijos en la tierra, para que podamos evitar los baches y para que podamos ver todas las curvas de sinuoso camino de la vida. Se nos ha dicho que seamos cuidadosos, que no confiemos en los extraños, que seamos conscientes de nuestra seguridad, que cuidemos nuestra salud, que nos adecuemos, que no hagamos olas, que no corramos riesgos y aceptemos desafíos, que seamos populares…. Estamos programados con tantos deberíamos y no deberíamos que muchos de nosotros nos hacemos adultos corriendo en círculos, tratando de encontrar la forma de salir de ese laberinto.
Y entonces, un día, vemos que una pequeña luz aparece en nuestra conciencia, representando el primer escalón de nuestro proceso de despertar – y nos volvemos hacia nuestra mente, creyendo que allí está la clave para obtener la libertad. Nos volvemos mentalistas para encontrar un lugar donde estacionar el automóvil, luego nos lanzamos a enunciar una verdadera colección de proyectos, demostraciones y razonamientos que resultarían perfectamente adecuados para charlar en un cocktail – party, y después evitamos a esas mismas personas pues no tenemos ganas de explicar cómo fue que todas nuestras pretensiones y suposiciones no trajeron los resultados esperados.
Y así nuestro valor cotidiano va decayendo poco a poco, debido a que nuestros corazones no están enfocados en principios espirituales – las leyes universales que podrían darnos la audacia y la intrepidez que necesitamos para atravesar las aguas turbulentas sin experimentar ninguna clase de preocupación. Pero, de una forma u otra, seguimos avanzando hacia la estrella lejana y, al mirar hacia atrás, comprendemos que la clave estaba en la perseverancia.
Y luego alcanzamos otro estadio de nuestro desarrollo espiritual. Cuando comenzamos a utilizar y aprovechar la conciencia de la cuarta dimensión, nuestro mundo tridimensional parece caerse a pedazos, pues nuestras viejas y falsas creencias y nuestros patrones erróneos empiezan a salir a la superficie para ser transmutados. La batalla continúa pero, al comprometernos con un nivel superior de vida, un Poder Causal se ha puesto en acción en nuestra conciencia, para hacer de nosotros verdaderos guerreros espirituales y para darnos la audacia y la determinación necesarias para seguir avanzando hacia la victoria. Vayamos al encuentro de este Agente de la Fuerza Cósmica que ahora está operando en nuestro campo de energía.
El Ángel del Valor y la Perseverancia nos proporciona el Poder del verdadero coraje y la energía de la estabilidad y la constancia para vivir la Verdad del Ser independientemente del combate y de los conflictos que se están librando a nuestro alrededor. Si la energía de este Ángel se encuentra bloqueada, el individuo es fácil presa de la ira y puede volverse muy agresivo y susceptible, reaccionando, por lo general, ante los motivos más nimios. El bloqueo puede ser creado por la incapacidad de adaptarse a nuevas condiciones y por el hábito de juzgar por las apariencias. En el caso de las personas más sensibles, la percepción del dolor y el sufrimiento del mundo y una equivocada utilización de la empatía pueden contribuir a impedir el flujo de esta energía.
En muchas academias sagradas, el Iniciador que asumía el rol de este arquetipo recibía el nombre de Ares o Marte, y su papel consistía en hacer que su “fuego del cielo” descendiera sobre los estudiantes y los liberara del control de sus personalidades. El proceso se basaba en incitar a una rebelión en la conciencia por medio de una gran estimulación de la naturaleza inferior – es decir, literalmente, en provocar una confrontación entre la personalidad y lo que el individuo percibía que era su Yo Superior -. A través de este verdadero combate entre valores diferentes, el estudiante comprendía que el camino superior era el único que valía la pena recorrer y que la naturaleza inferior tenía que ser entregada al fuego de la purificación final.
Y tú… ¿cuántas veces has pasado por esta iniciación? Sabes muy bien las cosas correctas que tienes que hacer, pero el camino que se abre a tu izquierda parece ofrecerte un arreglo más rápido, una salida más fácil, y la excitación del momento te quita la capacidad de evaluar las posibles consecuencias negativas. Y, una vez más, la batalla vuelve a comenzar. Ideas como “tengo derechos a vivir mi propia vida”, o “el fin justifica los medios”, nos proporcionan las municiones para alimentar los cañones del deseo.
Luego, los sentimientos anticipados de culpa, incluso a nivel subconsciente, producen ira que se descarga sobre la imagen de autoridad que tenemos más próxima – El Espíritu de Dios que mora en nuestro interior y que nos habla con la voz de la conciencia – y que luego es proyectada hacia fuera, para caer sobre cualquier forma física que ha cometido el error de apretar el botón equivocado. El maestro tibetano Djwahl Khul dijo que, en estas situaciones, el discípulo debe “hacer que su naturaleza física, su naturaleza emocional o sus deseos y sus procesos mentales se eleven hasta el cielo. Esto se produce como consecuencia de hacer que la ‘serpiente del mal’ sea derrotada por al ‘serpiente de la sabiduría’ – el nombre esotérico del alma-”. La Energía del Ángel del Valor y la Perseverancia es la que nos proporciona la capacidad necesaria para hacer que nuestra naturaleza inferior se eleve hacia lo alto.
También hay momentos en que, si bien sabemos qué es lo correcto que debemos hacer y tenemos deseos de hacerlo, la falta de valor nos paraliza y nos mantiene en una condición de pasividad. Tal vez se trate del miedo a que alguien nos hiera o el creer que si nos desentendemos de la situación, ésta ha de resolverse sola. Pero este Ángel trabaja el nombre del Señor y si la intención es correcta y apunta hacia el bien de todos, su energía continuará empujándonos, acicateándonos e incitándonos hasta que, finalmente, asumimos el compromiso de ponernos en acción. Con este compromiso llega también el valor para seguir adelante.
Por ejemplo, puede estimular la pasión y hacernos aceptar una actitud casi militante para que comprobemos la realidad espiritual y, por lo general, es en ese momento que tiene lugar unas de las principales batallas contra el ego. También puede hacer que las personas más vulnerables sean empujadas hacia el idealismo fanático y que se vean envueltas en horribles conflictos, pero la intención positiva es siempre la de liberar al individuo del control del ego y dotarlo del corazón y valor necesarios para continuar su marcha hacia la Luz. Cuando llega el momento en que se hace necesaria una purificación, la persona recibe el “estallido de una clara visión”, la torre de ignorancia es alcanzada por el relámpago de la Verdad, y el proceso de despertar experimenta una aceleración mayor que todas las que pueda haber tenido anteriormente.
Finalidad: Suministrar la energía de la tenacidad y constancia – el valor de vivir sólo la Verdad del Ser y de perseverar en esa conciencia, independientemente de lo que pase a su alrededor.
Rasgos negativos que pueden presentarse a partir de las proyecciones del ego: persona irascible, fácilmente irritable; conciencia llena de resentimiento y de hostilidad.
Su energía resulta bloqueada debido a: la percepción del dolor y el sufrimiento de los individuos y del mundo, una utilización equivocada de la empatía y el considerar reales a las apariencias, lo que lleva al aspirante a colocarse “del lado del que sufre”.
EL TREN DE LA VIDA
El poderoso tren dorado se agarra con firmeza a los rieles mientras parece volar al doblar cada curva y se desliza fácilmente por sobre las montañas. Impulsado por un poder cósmico, marcha constantemente a toda velocidad. El ten no puede ser detenido, descarrilado o desviado hacia una vía muerta. Lo abordaremos en el momento en que descendemos a la conciencia material y no podemos descender del tren hasta que éste haya llegado a su destino final.
¿Qué clase de tren es éste? Ni más ni menos que el plan, el propósito, la visión y la Voluntad de Dios. Es el divino proceso del despertar individual y de la realización de la Divinidad de cada alma en todos los planos de la existencia. Su destino: el Quinto Reino de Dios, el dominio del Puro Ser, donde el amor y la paz son absolutos. Su tiempo de llegada: en el instante que representa la transmutación en Cristo, o espiritualización de la conciencia colectiva y la curación y armonización del Planeta Tierra.
Todas las personas, en todas partes, en cada una de las dimensiones, de éste y del otro lado del velo, están en ese ten. En realidad, toda la vida, en cada una de sus formas, manifestadas o sin manifestar en los cuatro reinos inferiores, marcha velozmente en ese tren, que no es otra cosa que el Tren de la Vida.
Todos los individuos a los que llamamos humanos tienen un asiento de ventanilla y, a través de los cristales observamos al mundo de las formas, moviéndose como imágenes efímeras proyectadas sobre una pared. El movimiento del tren que proyecta los objetos sobre la pantalla es lo que llamamos tiempo – y las formas que vemos son solamente temporales, no permanentes y por eso las consideramos ilusorias -. Hagamos una pequeña recorrida por los vagones del tren.
Cuando vamos hacia la parte delantera del tren, donde la Locomotora Universal encabeza la caravana, nos damos cuenta de que las personas están relajadas, serenas, con una fácil sonrisa en los labios y con sus ojos brillantes de alegría. Al escuchar sus conversaciones no podemos percibir la menor señal de impaciencia, ansiedad o ira. Saben, intuitivamente, que la Voluntad de Dios es vida y amor – vida para ser vivida con plenitud, abundancia, alegría, creatividad y triunfo, en la que el amor y las relaciones correctas son las notas tónicas.
No tienen miedo al futuro, pues para ellos Dios es digno de confianza y, a través de su lealtad y devoción al Sagrado Yo que los habita, han aprendido también a confiar en sus conciencias, reconociendo que son el canal por el cual se expresa la actividad de Dios en sus vidas. ¿Acaso sus mundos individuales reflejan esa armonía de sus mentes y sus emociones? Miremos por la ventanilla y veamos.
No, las cosas todavía no son perfectas, pues las apariencias no están siempre en la misma escala temporal que las conciencias. Aún existen evidencias de que la naturaleza está siendo violada por los seres humanos, y por todas partes vemos crímenes, drogadicción y niños sometidos a toda clase de abusos. Las inquietantes noticias de los periódicos que atisbamos a través de las ventanillas parecen bastante similares a las que vemos en el mundo de las mentes más estrechas.
Por un momento habíamos olvidado que incluso en el mundo de aquellos que se aproximan a la supremacía de la vida, la vibración planetaria continúa más en consonancia con la mente de la raza, con la conciencia colectiva de la humanidad, que con la Conciencia de Cristo, a la que se describe dramáticamente en estos extractos de los Salmos 46 y 91:
“… no tememos si se altera la tierra, si los montes se conmueven en el fondo de los mares, aunque sus aguas bramen y borboten, y los montes retiemblen a su ímpetu… Él te libra de la red del cazador, de la peste funesta…. No temerás el terror de la noche, ni la saeta que de día vuela, ni la pese que avanza en las tinieblas, ni el azote que devasta a mediodía. Aunque a tu lado caigan mil y diez mil a tu diestra, a ti no ha de alcanzarte”.
Son escenas muy duras, pero en esta parte del tren las personas creen en las promesas de Dios y viven con tranquila ecuanimidad, sin preocuparse por lo que está sucediendo “en el afuera”. Saben que gozan de la protección divina y que el mundo invisible que está tras las apariencias están reuniendo su fuerza y su poder y que, muy pronto, ha de abrirse camino a través del velo de la materia para revelar la Verdad del Ser. Entretanto, ellos continúan, en paz y serenidad, recorriendo los divinos rieles. Incluso cuando el tren desciende la ladera de una montaña o cuando se inclina peligrosamente al doblar una curva (es decir cuando su marcha representa los ciclos de la vida), ellos, rápidamente, se acomodan a la nueva situación y prosiguen su camino con seguridad, confianza y esperanza.
Ahora dirijamos nuestros pasos hacia los vagones que están inmediatamente detrás de lo que acabamos de recorre y detengámonos un momento en uno que está ocupado por muchas personas que recién se inician en el camino espiritual. Vemos algunos rostros felices, pero también vemos caras tristes, ojos llenos de lágrimas y espaldas agobiadas por la desesperación y la sensación de futilidad. Escuchemos los pensamientos de algunas de estas personas:
“Realmente no sé que hacer. Oro, afirmo y medito, pero mi cuerpo me duele, el montó de cuentas impagas no hace más que crecer y me parece que estoy tirando toda mi vida por la ventana”.
Y, de algún modo, logramos escuchar la voz de un Ángel que proviene del campo de energía de ese individuo, pero el pobre está tan preocupado por sus problemas que las palabras se pierden en los remolinos de su mente. La voz del Ángel dice:
“Lo que estás percibiendo es una mentira. Te sientes separado de la totalidad, de la abundancia y de la plenitud, pero eso es algo imposible. Todas esas cosas se te concedieron en el principio, cuando fuiste dotado de tu Yo, y en ese YO que tú eres, está todo cuanto puedes llegar a necesitar o desear. Tienes el Reino, pues tú eres el Reino. Al privarte a ti mismo de esa Verdad estás experimentando una sensación de vacío e inutilidad, un engaño que te produce miedo, que está creando una situación de mayor vulnerabilidad en tu vida. YO SOY la energía que te dará la capacidad para confiar en el proceso divino y para vivir con total aceptación todo lo que es bueno, verdadero y hermoso. Comienza a percibirme, a ser consciente de mi Presencia y, a través del canal de tu conciencia, te demostraré que la voluntad, el plan y el propósito de Dios es la única actividad que tiene lugar en tu vida.
El pasajero no escucha estas palabras, pero sin embargo, no está perdido. Y, provenientes del otro lado del pasillo, escuchamos los pensamientos de otra persona.
“A pesar de todas las apariencias de cambio positivo, creo, personalmente que el mundo se está yendo al infierno y me horroriza pensar que mis hijos han de crecer en un planea asolado y devastado. Aunque deseo comprometerme en el camino espiritual, me pregunto si el mundo ha de cambiar alguna vez. A veces parece que no hay ninguna clase de esperanza”.
Y, una vez más, el Ángel dice:
“El plan de Dios para este planeta y para toda la vida que hay en Él es muy bueno, y siempre ha existido y existirá mientras el ideal de Dios trabaje a través de la evolución de la conciencia de cada individuo. Es una concentración de la voluntad, el poder y la visión divina de expansión y, en este momento, está siendo sentido por muchas personas de todas las razas y de todos los lugares del mundo. Su energía y su fuerza los conducirán hacia una completa reestructuración de sus valores y a la revelación del propósito divino que hay detrás de cada experiencia difícil en sus vidas.
“El desarrollo del plan divino, a través de sus mentes y de sus corazones – por medio de los pensamientos y sentimientos de todas las almas – permitirán que cada persona se libere de las ataduras de la conciencia humana, y así el plan se materializará sobre la tierra y la paz y la abundancia serán la verdadera medida del mundo. Este es el significado del Padre Nuestro. El camino del plan es el proceso divino, en el cual debes confiar con todas tus fuerzas.
“Vive con paciencia, lo cual no significa una actitud de sufrimiento permanente, sino una actitud de perseverancia y de tenacidad, pues la buena voluntad ha de revelarse con seguridad en este mundo, y esa realidad es algo que no puede ser detenido. Vive con aceptación, pero no hacia las cosas tal y como parecen ser, sino en el sentido de aceptar y dar tu consentimiento al orden, la belleza y la libertad, pues ellas, con seguridad, habrán de manifestarse”.
Una vez vueltos a nuestros asientos, veamos si hemos aprendido algo. El meollo de la cuestión está en que, cuando realmente confiamos nuestras vidas al Espíritu, y el Espíritu se hace cargo de ellas, ya no tenemos que preocuparnos de nada, independientemente de cuán dificultosa nos parezcan las situaciones que debemos enfrentar. ¿Y cómo podemos estar seguros de que hemos entregado todo el Señor y Yo Superior que nos habita? Esa seguridad nos la da la medida de nuestra paciencia, sabiendo que cada actividad tiene su tiempo programado en el plan divino, y también nos la da el grado de nuestra aceptación, lo cual significa aceptar nuestro bien incluso cuando aún no podemos verlo. También deberíamos preguntarnos a nosotros mismos si estamos de acuerdo con satisfacer nuestras necesidades por medio de la actividad del Yo Divino, en lugar de dejar esa tarea librada al ego de la personalidad.
Debemos tener la seguridad de que no podemos caer accidentalmente del tren, ni ser empujado fuera, independientemente de nuestros pensamientos, palabras o deseos. En realidad nada de lo que podamos haber hecho, o que incluso podamos llegar a hacer, podría acarrear nuestra expulsión de ese secreto del Más Alto, cuyos brazos eternos están representados por el Tren de la Vida. Y esta es una verdad que vale para todas las almas que habitan en el Universo.
Cuando las cosas parece andar desordenadas, tendeos a ser muy duros con nosotros mismos, buscamos cuál ha sido nuestro pecado espiritual, buscamos causas metafísicas y los bloqueos emocionales. Pensamos en las transgresiones que habremos cometido en otras vidas pasadas, en el karma y en la culpa que debe ser castigada por medio de la retribución universal.
Todo esto carece de sentido. Seguimos condenándonos a nosotros mismos porque no nos sentimos espirituales o porque pensamos que hemos violado alguna ley metafísica. Vos tenés tus días malos, y yo también. Vos has sufrido una constipación espiritual, y yo también. Y vos también puedes haberte sentido tan falto de espiritualidad como para experimentar la tentación de abandonar el camino y encontrar una forma más fácil de viajar. Yo también lo he sentido. Ha habido momentos en que la puerta hacia mi espacio de meditación no se ha abierto, en que todas las afirmaciones eran aburridas, y en que todo lo que deseaba era jugar “Earthman” con todo el entusiasmo de un granuja hedonista, todo lo cual, pienso, era una forma de rebelión contra el “hartazgo” de lo espiritual.
¿Y sabes lo que mi Yo Superior me dijo acerca de todo esto? Parafraseándolo en mis propios términos sería más o menos lo siguiente: “En realidad no tiene demasiada importancia. Sólo se trata de un poco de vieja energía que está moviéndose hacia la superficie para ser transmutada. Deja de preocuparte tanto acerca de dónde y cómo te has desviado del camino y ocúpate de vivir. Sólo tienes que ser tú mismo, cualquiera sea ese particular Yo que estás siendo un determinado día. Nadie está llevando la cuenta de las veces que has sentido un poco de ira, ansiedad o incertidumbre, y el universo no te va a abuchear si no estás permanentemente en la cúspide del mundo. Así que deja de forzarte tanto para ser espiritual, pues ya lo eres. Todos lo son, de modo que relájate y disfruta del recorrido”.
Así llegamos a comprender que Dios nos ha creado, que nos ama, que nos acepta tal y como somos, que nos tiene infinita paciencia y que nos es imposible interrumpir el proceso divino. No podemos abandonar el tren, nadie puede hacerlo. La verdad es que todos nosotros estamos volviendo al hogar. De modo que si, en un futuro próximo, te sientes golpeada por la futilidad, o te parece que las cosas se están cayendo de a pedazos, sé paciente contigo mismo y acepta el hecho de que no tienes que preocuparte por tus problemas, pues todas las cosas están en camino de resolverse bien. Sólo relájate en aquellos brazos eternos… y “disfruta del recorrido”.

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